A veces creo que viven en mí
pequeños monstruos
capaces de arrebatarme la energía,
la poca cordura que ya tenia.
Es como si me estuvieran comiendo por dentro,
como quién hace de mi cuerpo un campo minado
lleno de bombas enfermas
capaces de activar con melancolía.
He buscado tantas maneras para serenarlos,
pero los muy malditos no se conforman con nada
sólo parecen descansar cuando me sedo
quizás porque les parezco muerta,
o viva,
o porque simplemente no estoy,
no existo,
pero existiendo,
allá
y aquí
a la vez.
Deseo estar bien,
que la palabra emitida no se desvalorice,
que la televisión deje de llenarnos de porquerías,
escuchar más pajaritos al andar,
no perder la voluntad,
que aparezca una buena compañía,
capaz de entender que mis cuestionamientos
son sólo un poco más cobardes a los de los demás,
pero que mis actos están llenos de amor
aunque mi boca nunca se refiera a eso.
No confió en el sol de invierno,
como tampoco en las tardes de domingo.